Sobre los límites de la condición humana

En motivo de la apertura de esta bitácora, he aquí una reflexión sobre los temas con los que os deleitaréis al navegar con nosotros.

No es fácil sumergirse en un mundo que desnuda la mente humana de una forma tan abierta y sincera como es el goce. Hay quien se deleita con una pieza de buena música barroca que estremece su oído, y a quien se le pone dura observando cómo las tripas salen por el culo en un festín de carne y excrementos. Placer y asco. ¿Dónde están los límites?

Cincuenta años atrás se condenaba la homosexualidad, hoy en día se acepta con toda normalidad. Es tan sólo un ejemplo de cómo los valores fluyen en una sociedad cambiante y en constante desarrollo. ¿Quién puede afirmar pues, que lo que hoy en día nos produce aversión, no será el día de mañana un ritual cotidiano?

Señores, el mundo da asco y gusto. El mundo es un eterno ciclo de blanco y negro, escala de grises, cuestas imposibles y descensos mortales, belleza y fealdad, náuseas y gemidos de placer. La naturaleza nos ha dado un cuerpo humano repleto de líquidos, glándulas que gorgotean, rincones donde las bacterias se multiplican y expulsan olores fétidos, huesos frágiles que con un chasquido se rompen y nos proporcionan dolor, membranas donde aparecen eventualmente erupciones de materia muerta… ¿Y no nos empeñamos acaso en creer que es algo bello? Lo es.

Nosotros estamos aquí para mostraros de lo que es capaz este cuerpo, dotado de una mente que permite acercarnos a la belleza y al placer, pero también, y cada vez con más frecuencia, buscar el atajo más próximo entre desagrado y orgasmo. ¿Creéis que no es posible? Esperad a ver. Quizá si no tenéis miedo de ampliar ese ouroboros que tanto nos acorta la cultura popular moderna, podáis pasar de vez en cuando y vomitar de placer, o suspirar de asco con nosotros.

Porque… sí. Todos estamos, a nuestra manera, un poco enfermos.

Atentamente: Centro de investigación Prolapso.